jueves, 26 de julio de 2012

ETERNO DESPERTAR



Sus sentidos comenzaron a despertar. Uno a uno, paulatinamente fueron reviviendo, el primero fue la vista. Más, sumido en tan insondable oscuridad no lo noto, fue así entonces como sintió el primer aroma. Madera tallada y teñida, tal vez de un abedul, pero en torno a este primer aroma, danzaban otros desconocidos. Comenzó a separarlos el uno del otro. Así tomo el olor ha tierra húmeda que tan agradable le parecía, Pronto sintió olor a flores que lejanas y marchitas le abrumaban. También olía algo extraño que no sabía definir mejor que como encierro y por último, se sintió embriagado por el aroma a descomposición. Era este último el más fuerte, la descomposición reinaba en el ambiente.
Fue así que de pronto pudo oír como su lengua sonoramente se desprendía de su boca y al comenzar a mover saboreaba la repulsa boca, que con cada embestida degustativa desprendía trozos de carne. No comprendía en realidad nada de lo acontecido, aún su mente no despertaba completamente.
Luego sintió como se desprendian de su cuerpo coágulos cuajados, de su reventada humanidad, gorgoteaban innumerables cosas, vivas e inertes se aglomeraban en torno a él. Fue cuando empuño en su mano docenas de larvas, que su desmedida fuerza reventó. Empezó entonces a tocar su cuerpo, no sentía dolor pero, estaba lleno de espanto. Intento gritar más sus corroídas cuerdas vocales fallaron. Desesperado golpeo todo en derredor sin resultado, sabiéndose un cadáver, furioso siguió golpeando. Hasta que su codo izquierdo fallo, su brazo dividido en tres fragmentos no lo apaciguo, con frenesí quiso escapar de allí y retomar su vida. si, tal vez despertaría en su cama y seguiría siendo… ¿Siendo quien? ¿Acaso sabía él quién era? ¿O en que circunstancias dejo de vivir? Poco a poco empezó a dejar de violentar su celda, cambio esto por su débil poder racional. Se imagino siendo importante ¿para qué o para quienes? Sólo sabía el que en medio de su estrecha oscuridad habitaba en un podrido ambiente. Así paso el tiempo y su cuerpo cambio, dejo paso a la putrefacta carne a la sequedad absoluta. Su mandíbula inferior se desprendió primero, luego sin fuerzas para moverse sintió separarse sus huesos. Mas aún seguía escrutando acerca de sí mismo, de lo que probablemente hizo y lo que le debió faltar hacer. Diez metros sobre él la gente aun pasea más, no lo recuerdan. En su gastada lápida no ponen flores ya más, pero en su oculto epitafio puedes aún leer tu nombre.

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